Aquella playa del papel

Dosificar la nostalgia es una imposición que a veces cuesta cumplir a rajatablas para no comvertirla en melancolía.Ante un hecho determinado surge la reacción “resorte”espontánea con escasa o nula autocensura previa, felizmente interfiere y saca del apuro el raciocinio.
-¿Y a qué viene esta reflexión?-
Porque llega a mi memoria una vieja estampa que creía olvidada, tal vez de alguna revista española de las tantas que se acumulaban en la piecita del fondo de casa de la abuela Petra:”Ilustración artística”, “Mundo hispánico”, entre tantas.-“Costa andaluza”, rezaba al pie de la hoja. Era una playa con fondo de dunas bajas cubiertas de arbustos que me recordaban las cinas-cinas que abundaban en mi zona de quintas de naranjales y viñedos.Por esa playa caminaban a pasos que imaginaba lentos, dos burritos, uno detrás del otro, y ya adolescente, relacionándolos con mis lecturas y clases de Castellano, si uno de esos burritos no sería” Platero”. Dos baturros completaban la escena. A mi madre le gustó tanto aquella lámina, que decidió enmarcarla y llegó a formar parte de nuestro living-comedor de la casa de la quyinta. Hubo mudanzas qub avatares de la vida exigieron, la quinta se vendió y la familia fue a vivir a la ciudad y con el tiempo la familia se fue desmembrando con el casamiento de mis hermanas y mi marchar a Rosario para estudiar Medicina.tres mudanzas, hasta la última en que recuerdo el cuadro. Después de la muerte de mis padres, lo perdí de vista y hasta creí que también en mi memoria. Pregunté a mis hermanas por el destino de ese cuadro de aparente sencillez, pero tan significativo para mí y aunque no con mi obsesión, ellas también lo recordaban colgado en el comedor de la última casa en que vivivieron.
Quedaron pensativas y tristes con mi pregunta y yo se por que o quiero presumirlo…-esa costa andaluza contempló nuestros juegos de niños, con la victrola, la radio a baterías y la lámpara “Aladino”. Mi teatro de títeres, nuestras revistas para cortar figuritas, la tijera de punta redonda y en invierno el brasero con el tarro donde hervía el agua con hojas de eucaliptus, para calentar el ambiente y matar microbios, como decía mi madre, muy convencida mientras esperábamos la llegada de nuestro padre para la cena.

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Quiero pensar que aquella playa de papel que contemplaba nuestros juegos, voló

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