El gendarme

Todos los días lo vimos pasar por la vereda, frente a la casa de la abuela Petra. Sentados en el umbral nos parecía muy alto, bastante morocho, levantados sus pómulos, con aire aindiado y con pinta de Jack Palance; prototipo del villano de película; nos hubiera perecido a Atila si no fuera tan alto. Tal vez nunca se fijó en aquellos gurises que lo veían pasar. Su gesto era fiero. Mas que pasar parecía desfilar por la vereda con su uniforme verde, golpeando fuerte los tacos, haciendo sonoro y rítmico su andar con impertinente gesto irónico y siempre mirando hacia delante. Nos pasaba casi rozando ,pero nunca se dignó mirar a esos gurises , como si no fuéramos dignos de su atención , detalle que aumentaba nuestra inquina..Eramos los 5 o 6 integrantes de “ la barra de la esquina”; casi todos hijos de ferroviarios. Los de aquellos que ocupaban puestos jerárquicos , eran antiperonistas,los de menor jerarquía, todos peronistas .Maniqueismo de la época..Se era peronista o antiperonista.,diferencia que nunca empañó nuestra amistad. Por el gendarme compartíamos in sentimiento común: miedo y odio.Yo, como “ contrera”, lo tenía muy claro. Relacionaba todo lo uniformado con el peronismo y eso ya era suficiente para emitir juicios .Los únicos uniformados que me resultaban simpáticos eran los del Ejército de Salvación, que los teníamos en el barrio, el cadete de Gath y Chavez y el acomodador y chocolatinero del Odeon.En el barrio se rumoreaba que el gendarme de esta historia le había puesto el caño de la pistola en la boca de un chico por que no quería gritar -¡Viva Perón!- y que intencional o no el tiro había salido matándolo en el acto.El ambiente político de la época hacía creible semejante versión por mas irracional que fuera..Formaba parte de los miedos cotidianos.Nunca supimos que había de cierto en aquella historia , pero con ella nos quedamos y con el miedo consecuente.
Cincuenta años después , este gurí volvía a Concordia con su flamante diploma de médico y a casi 20 años de la caída de Perón ,allá en el 55.Aquel temible gendarme con estampa de S.S había quedado sepultado entre los tantos recuerdos de mi niñez.. Un día aparece en mi consultorio , ya con cara de viejo. Tantos años pasados habían borrado aquel gesto fiero, haciendo de él ,solo un anciano feo.
Hemorroides de vieja data con fluxiones periódicas motivaron su consulta, que se fueron repitiendo y cada vez el vínculo afectivo se hacía mas estrecho. Charlando lo”llevé” al pasado, a nuestro viejo barrio de la Estación Urquiza, donde vivíamos.Me aseguró recordar a los chicos sentados en el umbral del zaguán de la calle 9 de julio, pero fue por cortesía, no queriendo desinflar mi globo de nostalgia que pudo ver en la expresión de mi cara. Me contó que tenía una hija y un hijo casados, que habían mitigado su viudez dándole un nieto cada uno. Ya hacía algunos años que había muerto su esposa._ Nunca me pude consolar._ me repitió muchas veces .Con el tiempo, toda la familia pasó por mi consultorio por diversas afecciones creándose entre nosotros un sentimiento donde los temas iban mas allá de lo estrictamente profesional.
-¿ Sería cierta la versión que en aquellos años corría por el barrio?.-Prefería creer que aquello no ocurrió, que era obra del encono que en ese entonces enturbiaba nuestro juicio.
Operé sus hemorroides a ese viejo gendarme.-¡Ironías del destino!.-Tanto miedo le teníamos y después con que mansedumbre , en posición de” plegaria mahometana” se sometía a mi profesional tacto rectal., algo impensado, tal vez, si conservaba algo del machismo peculiar de cualquier integrante de las fuerzas armadas.

Angel Oscar Cutro (2008)

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