Don Panta

Don Panta.

Junto al fogón y en aquel lluvioso atardecer, despues de haber desensillado y largado los caballos al potrero, hablaron de bueyes perdidos.Don Panta se acordó de aquel día en que le carnearon las dos lecheras y el comisario nunca pescó a los cuatreros. El sabía que al cuatrereo se le llamaba abigeato, el término era mas fino y leguleyo, pero no podía pronunciar semejante palabra sin que se le trabara la lengua. En la zona se contaba que él siempre había sido mezquino para dar coimas, combustible imprescindible para que el comisario funcionara.
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La lluvia persistente, corsaria,pero serena, con promesas de noche oscura era propicia para aquello de :- ¡que linda noche p’ a carnear ajeno!, aunque este refrán alude mas al accionar de un “ pata e bolsa “que arrea con vacas ajenas.Las lecheras estaban a buen recaudo y en el piquete, con Lobo y Quebracho eran dos para cuidarlas y aunque mas bochincheros que bravos alertaban con sus ladridos y el viejo que había quedado con la sangre en el ojo y las tripas revueltas por la bronca, saldría como un refusilo, escopeta en mano.La bronca no afina la puntería , pero aumenta el coraje, lo que a Don Panta no le faltaba.El mismo rencor justificaba su razonamiento filosófico elemental y primitivo que le hacía pensar y argumentar: si los mato se lo merecen, y si me matan yo pierdo menos, seguro que son menores que yo y tienen mas vida por delante pa perder. Era razón y consuelo que respaldaba su bravuconada de viejo. ¡ A mis años!.- decía y reía estúpidamente sacudiendo la cabeza y arqueando las cejas.
Se notaba la sequía en el tajamar y la laguna y el agua vendría bien; mañana el pasto luciría mas verde y si paraba al amanecer , el canto de los teros alegraría la jornada.
Cuando joven hacía mucho y pensaba poco; los años aquietaron su entusiasmo y tenía mas tiempo para pensar, producíendole una sensación engañosa que parece alargar el día y con ella, la vida.Pero era realista en su sencillez como para dejarse llevar por espejismos emocionales.El hombre simple sueña , pero no vuela.Sus alpargatas nunca se elevaron del suelo y la dura lucha lo hizo pragmàtico.- Y Don Panta siguió hablando , y como siempre, entreverando temas , sin dirigirse a nadie en particular.
-Mire , amigo, en otros tiempos ocurrían muchas cosas, y nadie le discutía en qué tiempos ni cuales eran las cosas.En realidad ocurrían en todo el mundo, pero para él , el mundo era el ambiente donde vivía.De ahí sacaba sus parámetros . En sus 60 años nunca se había alejado mas de 50 kilómetros de su habitad natural, creo tal vez ser generoso en la cifra. Sus tropeadas eran hasta La Criolla , El Redomón y Federal. Recordaba con emoción, como una gran aventura, una incursión hasta Chajarí, que por el énfasis de su narración y la reiteración de la historia tiene que haber sido el punto mas lejano de sus giras.Su mundo era ese y no imaginaba mucho mas.Apenas sabía firmar y contar, como para saber si llegaba con el mismo número de vacas con las que había salido.Las cosas le fueron de mal en peor. Perdió el campo y sus vacas y se fue a vivir a un rancho por los montes del Ayuí. Vivía de changas y arreo de ganado. El, con la ayuda de sus dos perros mantenían a raya una tropa de 20 vacas .Me gustaba cuando mi padre me mandaba verlo para encargarle alguna tropeada. Llegaba en mi alazán y lo encontraba sentado en una banqueta baja , fabricación casera, con maderas de cajón de naranjas, promocionando involuntariamente el galpón de enpaque de la zona .
Mate galleta en la mano izquierda y pava tiznada en la derecha,abollado brasero, tambien de fabricación casera , aprovechando una lata de kerosén a la que había recortado un cuadrado a guisa de ventana por la que salían ramitas de eucalipto y astillas llameantes .En la parte superior , una parrilla de alambres entrecruzadas , donde apoyaba la pava. Las hilachas de grasa , pegadas y chorreantes, delataban la función de cocina para un eventual churrasco.Nunca supe cuando Don Panta terminaba sus mateadas ; nunca vi principio ni final; él era aquel paisano que siempre estaba tomando mate. Jamás me invitó a compartir la bombilla , tal vez temiendo un rechazo; yo era el hijo del patrón y nunca me puso a prueba. Volcaba ceremoniosamente el agua tumbando la pava hasta casi tocar con el pico la boca del mate; echaba el primer chorrito, mirando atento la espuma que burbujeaba sobre la superficie de yerba .Refregaba la banqueta con el culo, buscando acomodo, imitando sin querer a una gallina clueca acomodando los huevos en su nidal , de ahí deduje la razón del brillo de su asiento pulido por el roce de su bombacha a través de los años.Movía y levantaba los hombros para ponerse mas erguido, como anunciando decir algo importante y en eso se quedaba; al final salía con cualquier pavada y remataba con un : -¡Ta güeno!.-
Han pasado tantos años que a veces me pregunto si todo aquello ocurrió o es solo fruto de mi imaginación o de un sueño entremezclado con la realidad…pero yo sé que ocurrió.
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Conocí el campo de gauchos con bombachas, ( sin vaqueros ), alpargatas Rueda o Luna , ( sin Adidas.). La alpargata “ paqueta” era la de vira blanca, para lucir en cuadreras, velorios y bailes de la cooperadora de la escuela.
Con Don Panta vi morir un gaucho, para mí: el último tropero; mas no al estilo borgeano, en entrevero y puñalada en piso de ladrillo o tierra apisonada de canchas de taba en días de “ votaciones “,gritando: -¡Viva el doctor!.-


Flaco, mezquino de estatura, nervudo y de piernas arqueadas, parecía que en un descuido le habían sacado el caballo de abajo.Hablaba medio chillando , con su acento entrerriano inconfundible , agudizando la última parte de cada frase. A ratos escupía marrón , presencia de su naco interminable y con el dorso de la mano secaba la comisura labial con saliva colgada., acomodando los ojos en actitud de seguir escuchando.Hablaba poco. Sólo el Viejo Vizcacha fue el gaucho mas hablador de la realidad y literatura gauchesca . Con mi padre hacían el trato sobre el arreo, estancia donde ir , el número de reses a tropear, la fecha y el precio del trabajo.
Recuerdo la escena tantas veces repetida de mi viejo echando mano a su billetera y dando a Don Panta un adelanto a cuenta de lo convenido, para gastos: una grapa en el boliche, naco, mortadela y queso con galleta, para “ matar el bicho”…Casi nunca se hablaba del tiempo; lloviera o no, a Don Panta parecía no interesarle . Con una ramita de paraiso , que siempre tenía a mano, le daba tímidos chirlos al cuzco lanudo y sucio que lamía mis zapatillas , esperando el momento oportuno para levantar una pata y echarme una meada. La puerta del rancho dejaba escapar el pesado aliento a humo de chicharrones , que según la hora de la visita me provocaba apetito o asco.
Fumaba en hojas de chala que preparaba pacientemente entre una tropeada y otra .Elegía las que estaban mas cerca de la mazorca por ser las mas suaves, dóciles y maleables; despues las secaba y con la misma paciencia las pulía , sacándole las nervaduras con el filo del facón. Usaba yesquero. En una bolsita de cuero, junto al tabaco , guardaba todo, entre el peyón y el cojinillo.
Un día, calculando que la tropa llegaba a las cercanías de Concordia , salimos a su encuentro. Había llovido mucho y la hacienda siempre sufre . En el Ford A llegamos hasta El Duraznal.Era la hora de la siesta y Don Panta había parado a descansar sin bajar del caballo. Trataba de prender un chala protegiendose del viento haciendo un hueco con las dos manos. Me hubiera gustado verlo un rato antes, cuando lo armaba.; la ceremonia , ya vista tantas veces, me fascinaba por su parsimonioso accionar: sacaba la hoja de chala,la extendía cuidadosamente sobre su rodilla y la planchaba con el canto de su mano, despaciosamente la doblaba formando una canaleta donde, a lo largo, echaba el tabaco con mucho cuidado, separando las hebras , como quien cuenta monedas y , tomándola con las dos manos , repetía el movimiento de contar monedas hasta convertir aquello en un perfecto cilindro; la operación terminaba con un lambetazo de extremo a extremo, plegándola como quien cierra una carta de amor.
Con Don Panta tambien ví el último chiripá . Tambien para esta ocasión, usaba un cinto ancho de cuero,todo arañado, seguro, de tantos cruces por los montes de espinillos y ñandubay de los pagos de Federal; lo sujetaba con una rastra de plata y en el medio una gran medalla con el escudo del Uruguay.Nunca supe el por qué. Tal véz era uruguayo, o a lo mejor era un regalo. Colgado de su muñeca derecha, un corto talero con bochita de plata.
Nunca le conocí mujer. A mi edad , no me parecía imprescindible esa presencia .
Se rumoreaba que la tuerta Zelaya un dìa se le apareciò en el rancho con el pretexto de anoticiarse del paradero de una ternera que se le habìa escapado y cuando ya se iba se diò vuelta y le dijo a boca de jarro: _ “Don Panta, ¿por què no nos acollaramos?; ya me cansè de andar sola, si quiere, mañana traigo mis pilchas y las dos lecheras”. Al caballo ni lo mencionò “porque ya era sabido”.
Don Panta la mirò fijo y levantò un poco la pera, seguro no hubo testigos pero era parte del comentario en el almacèn de Mario Gatti. Y como el viejo no contestaba, la tuerta lo tomò como una negativa; porque subiò al tordillo que con su tranco “pasuco” enfilò para el rancho, ahì nomàs, detràs del cerro de pedregullo.
Don Panta no era hablador y a todos les extrañò que èl mismo trajera el chisme.
_”Esa tuerta “no es de arriar”_ dijo como fin del comentario_ Y èl sabìa, como todos, que la tuerta era “machorra”, motivo para extrañarle la oferta.
Una tarde Don Panta llegó a mi casa.Había dejado la tropa en el matadero y venía a cobrar por su trabajo como era costumbre.
-¡Adelante , Don Panta!.-dijo mi padre, que lo vió llegar.- Tome asiento-
-Gracias Don Constantino, así nomás, de “parao”, por que ando medio “ apurao” .- Lo que me sonó a cuento , por que nunca lo vi “ apurao”.Tomó su paga ,se despidió y salió al trote, no sin antes recomendar a mi padre: - Saludos a la patrona.- detalle que nunca dejaba de lado.No había recorrido mas de cien metros.Se oyó un relincho y un galopar algodonoso sobre el pasto seco del verano.Ladró un perro Yo corrí hasta el portón. Su caballo pasó al galope echando espuma por la boca y arrastrando las riendas.El perro seguía ladrando a Don Panta tirado en el pasto seco. Con mi padre corrimos…su cara curtida por soles de tantas tropeadas se había vuelto gris. Sus ojos, bien abiertos, inexpresivos, mirando al sol sin parpadear, para no desperdiciar la última visión del mundo.- “ Con este sol”.- dijo Juan Moreyra , lanceado por la espalda por el Sargento Chirino.-Dos lagrimones bajaron lentos de sus ojos vidriosos y viborearon por los surcos de su cara.Hizo una mueca conteniendo un hipo… y así murió.
-¡Se le espantó el doradillo!.-dijo el peoncito de los Pietraballo que lo vió caer mientras carpía la viña.- Dio una vuelta carnero por el aire y se cayó de cabeza.-
-¡Morirse de esta manera , un hombre tan “ de a caballo””.- lamentó mi padre.

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